El otro día os contaba cómo la reina Victoria de Inglaterra se convirtió en la persona que popularizó el vestido blanco para las novias. Pero su boda dio mucho más de sí. Los medios de la época analizaron y propagaron hasta en el más mínimo detalle del atuendo, flores y joyas que lució la soberana y, rápidamente, muchas de las elecciones que hizo ese día empezaron a imitarse e interpretarse.

Una de ellas fue el uso del zafiro azul: el día de la boda, la reina Victoria le había dado un protagonismo especial a un "sencillo" broche con un zafiro azul que su prometido le había regalado el día previo al enlace, colocándolo en el centro del escote de su vestido, en claro detrimento de otras muchas joyas de mayor categoría que poseía y que hubiera podido lucir.

A partir de ese momento se puso de moda esa piedra como forma de llevar algo azul el día de la boda (recordemos que además dicho tono se asociaba a la Virgen como símbolo de pureza desde la Edad Media, tradición que derivó en la superstición de llevar algo en ese color para garantizar la fidelidad y amor eterno en el matrimonio)